El bueno de Robert, lejos de ser un explotador como se estilaba en su época; se dio cuenta de que la clave de una buena productividad era tener contentos a los trabajadores. Para ello prohibió que los niños de menos de 12 años trabajasen, estableció un sistema educativo y terminó con los castigos físicos. Además regularizó la jornada laboral, e hizo énfasis en la introducción de actividades lúdicas y la asistencia sanitaria. Ello hizo que su industria textil fuese de las más productivas de la época. Todo esto utilizando el río Clyde para mover sus gigantescas ruecas, que hilaban kilómetros de hilo de algodón al día. Esto nos dejó desconcertados. ¿No vendían aquí cosas de lana? Una adorable profesional del centro turístico nos aclaró que una vez que el comercio de algodón no fue rentable cambiaron de materia prima.